Guía básica para entender las etiquetas de los alimentos

Lo de las etiquetas nutricionales es un mundo. Los fabricantes están obligados a avisar con qué elaboran sus productos de alimentación, pero no siempre lo muestran de forma clara. Nosotros te lo explicamos para que sepas que estás comiendo en realidad.


Los ingredientes.

En este caso, el orden de los factores sí altera el producto. La etiqueta nutricional nos presenta los ingredientes de más a menos. Es decir, el primer ingrediente es el que el producto contiene en mayor cantidad. Y aunque parezca podo relevante, este dato nos puede dar muchas pistas sobre la calidad del producto que estamos comprando. E aquí la prueba del algodón. Este producto se vende como hogaza de centeno y avena. Sin embargo, el primer ingrediente que vemos en su etiqueta es harina de trigo. La harina de centeno aparece de tercera y los copos de avena de cuartos. ¡Ojo! Porque de esta última no tiene ni un 6%.

 

En el caso de los ingredientes, además, menos es más. Cuanto más corta sea la lista de ingredientes mejor, porque eso significa que el producto es menos procesado y más natural.

La cantidad por porción.

Otra cosa muy importante: la cantidad por porción. Y lo es porque toda la información nutricional de la etiqueta girará en torno a esa porción. Es el caso de estas tortitas de arroz. Toda la información nutricional, incluidas las calorías, giran en torno a una porción. Esto es, una tortita. Pero ojo porque el paquete no tiene sólo una, sino dos. Así que esta información nutricional habría que multiplicarla por dos.

El azúcar.

Otra de las claves es el azúcar. En general, un producto que contiene 5 gramos de azúcar por cada 110 gramos de producto empieza a considerarse alto en azúcar. En el caso de esta salsa de tomate, contiene 45 gramos de azúcar por cada 100 gramos. Eso, para que os hagáis una idea, equivale a más de 11 terrones de azúcar.


A modo de referencia, recuerda que no debes superar los 25 gramos de azúcar diarios. No obstante, hay que distinguir el azúcar presente de forma natural, como es el caso de la leche o la fruta, y otra cosa es el azúcar añadido. Sin embargo, hay que prestar mucha atención porque el azúcar a veces se camufla a través de sinónimos. Y la lista es larga: glucosa, dextrosa, sacarosa, fructosa, maltosa, néctar…

 

Las grasas.

Lo ideal si queremos tener una dieta baja en grasas es que el alimento no contenga más de 10 gramos de grasa por cada 100 de producto. Pero lo más importante de las grasas es saber de qué tipo las estamos tomando. Evita aquellos alimentos con grasas refinadas y/o hidrogenadas en su composición. Por ejemplo, los conocidísimos Donettes contienen 28 gramos de grasa por cada 100, pero de ellas 17 son saturadas. 

 


Los aditivos.

Además del azúcar y las grasas, atención a los aditivos. Suelen aparecer con una E seguida de tres números. Hay sospechas sobre sus efectos en la salud, aunque las autoridades sanitarias siguen diciendo que son seguros. Así y todo, que aparezcan en la etiqueta es sinónimo de alimento procesado.


La sal.

No te olvides tampoco de mirar la sal. Este dato es clave porque su abuso se asocia con la hipertensión y la retención de líquidos. Un alimento es alto en sal si contiene 1,25 gramos de sal o más, y bajo si solo aporta 0,25 gramos. Aditivos como el glutamato, entre otros, llevan sodio. Unos picos saladitos como estos, por ejemplo, ya contienen 4,1 gramos de sal por cada 100.

 

Las calorías.

¿Y qué hay de las calorías? Antes de pensar en el aporte calórico del producto, debemos valorar de dónde proceden sus calorías. Si los ingredientes son de calidad y aportan nutrientes, las calorías son lo de menos. Así, las Oreo Originales tienen unas 480 calorías por cada 100 gramos, mientras que unas almendras naturales tienen, nada más y nada menos, que 600 calorías por la misma cantidad de producto. ¿Qué crees que es más sano? ¿Queda claro, no? ¡Deja de contar calorías y cuenta los nutrientes que te pueden aportar los alimentos!

 

 


Clínica Pasiños.

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